En una tranquila tarde de primavera, decidí ir a ver el
atardecer desde uno de las colinas cercanas a mi granja. Me acomode al pie de
un altísimo árbol, y tenía un hermoso atardecer frente a mí. Luego de un rato,
escuche algo parecido a un rugido. Vi que un grupo de aves salió volando
despavoridas por algo. Luego, frente a mí, vi dos ejércitos emergiendo del
bosque, unas brillantes armaduras se divisaban, parecían espejos reflejando los
últimos rayos de sol de este bello atardecer. Pararon frente a frente ambos
ejercitando, gritando enfurecidos. Se agitaban banderas con los escudos de cada
ejército. Luego de un rato, cuando ya no se divisaba el sol en el horizonte,
pero aun había luz, los gritos se apagaron. Al grito de orden del comandante de
cada ejército, los ejércitos empezaron a moverse en carga, uno en contra del
otro. A los cuantos segundos, ambos ejércitos se encontraron, una lluvia de
flechas le daba la bienvenida a ambos ejércitos.
Era una batalla feroz, cada cantidad de segundos alguien caía
muerto. Yo simplemente no podía moverme por tan magnífica vista. Los guerreros más
experimentados, o al menos creo que lo eran, luchaban entre si. Sus movimientos
y reflejos estaban tan bien coordinados que parecían ensayados, luego pensé que
no podía ser ensayado ya q eran enemigos. Entonces me di cuenta que era un
baile, un baile letal, un baile a muerte, pero con la agilidad de un lobo, y la
gracia de un cisne. No, esto no era cualquier baile, era un hermoso y elegante
Waltz. El Ultimo Waltz que muchos de ellos bailaron.
Era un Waltz de color carmesí, un Waltz bañado en sangre.
Cada paso hacia adelante o hacia atrás llevaba el compas. La melodía era el
choque de las espadas entre si. La pista de baile, era el campo de batalla. Y
los cadáveres eran de aquellos que no habían bailado bien. Cada vez eran menos
los participantes de tan bello baile. El techo del salón de bailes había pasado
de unos bellos tonos anaranjados a unos hermosos azules obscuros, casi negros.
Las estrellas y la luna servían como iluminación. Poco a poco las parejas de
combatientes disminuían. Luego solo quedaron tres. Dos en contra de uno. El
Waltz había llegado a su punto cumbre. El combatiente solitario de armadura
azul, ya que el resto de su ejercito había sido derrotado, danzando con otros
dos guerreros de armadura negra. Luego de un rato, uno cayo, el otro paro a
tomar aire mientras su compañero caía al suelo. El Waltz se acercaba a su punto
culminante.
¿Quien ganara? ¿Qué ejercito prevalecerá? Solo dios lo sabía,
a quien le agradecí tanto por dejarme presenciar tan bello baile. El guerrero
de negro termina siendo atravesado por la espada de su oponente al cual le
logra herir el brazo antes de morir. Luego de esto, el mejor danzador de la
noche tomo su espada y la guardo. Tomo a algunos cadáveres que vestían su misma
insignia y los apilo y tomo una larga vara de madera y la entero en el suelo.
Le prendió fuego a unas ropas que amarro en el extremo superior de la vara.
Gritó. Gritó como si fuera su último respiro, como si algo le doliera. Y luego
se arrodillo ante los cadáveres y después de un rato se retiro. Y así el Ultimo
Waltz de esos guerreros ocurrió.